Blog

Educar la capacidad espiritual

Ángeles Jiménez [@AngelesJH2015].- La Comunidad Educativa se ve envuelta por los contundentes y rápidos cambios que se articulan en nuestra sociedad. Como agentes educativos, procuramos dar respuesta a este reto desarrollando enfoques nuevos, dinámicos y creativos para formar personas humanas, con capacidad de desarrollar su vocación en el mundo y contribuir al bien de la sociedad.

Nos vemos obligados a investigar en las aportaciones actuales de diferentes disciplinas y corrientes de pensamiento al mundo de la educación. Estas aportaciones del ámbito de la antropología, de la psicología, la pedagogía y la neurobiología, se centran en el reconocimiento de la necesidad de cultivar las dimensiones más profundas del ser humano, de educar la capacidad espiritual. Como educadores nos ofrecen extraordinarias e inigualables posibilidades para mejorar la práctica educativa en nuestras aulas y constituyen una importante forma de dar respuesta a los nuevos retos educativos en el  proceso formativo de las nuevas generaciones.

Tanto la existencia, como la esencia, son un don. F. Torralba en su libro “La lógica del don” ,nos dice que es libre la persona que puede donar lo que es en sus adentros, la que puede expresar en el mundo su riqueza y creatividad interior. Es feliz la persona que da lo que es y observa que, gracias a ese don libremente donado, mejora ostensiblemente, el mundo que le rodea.

En los inicios del siglo XXI, todavía existen reticencias y dificultades para reconocer la inteligencia espiritual.  Diferentes estudios barajan adjetivos, para denominar a este tipo de inteligencia, tales como existencial, trascendente, profunda, esencial, etc.

Inteligencia significa saber escoger la mejor opción entre varias, pero también saber leer la profundidad de las cosas. La inteligencia espiritual faculta para tener aspiraciones profundas e íntimas, para anhelar una visión de la vida y de la realidad que integre, conecte, trascienda y dé sentido a la existencia. Para un ser humano cultivado espiritualmente, nada de lo que ocurre en el mundo le es ajeno, se siente parte de un Todo dinámico. Lo espiritual también está relacionado con la consciencia. Ser consciente es saberse existiendo, es disfrutar y vivir con atención plena todo lo que hay en el presente.

La inteligencia espiritual podemos definirla como una fuente de libertad intelectual y de consciencia crítica que predispone a nuestros alumnos a identificar los valores comunes para el buen desarrollo social.  Precisamente en este plano colectivo de la convivencia, tiene un papel decisivo el cultivo de esta forma de inteligencia, ya que permite a nuestros alumnos:

  • Identificar los valores comunes para el buen desarrollo social.
  • Trascender, ir más allá de las creencias particulares, e identificar lo que une a los seres humanos.
  •  Es el punto de partida de un auténtico diálogo interreligioso y cultural, tan necesario en nuestros días.

El ser humano se mueve en un constante ir y venir entre el interior y el exterior por esto lo espiritual tiene un carácter marcadamente dinámico, de camino, de búsqueda, de interrogante.

Acompañar a nuestros niños y jóvenes en la exploración de este camino, es una buena manera de despertar en ellos la sensibilidad necesaria para descubrir el Todo a través del mundo limitado. Esta sensibilidad es una de las capacidades que el ser humano puede desarrollar en virtud de su inteligencia espiritual. Cultivar pues esta inteligencia desde la perspectiva cristiana puede ayudar a descubrir en la Creación a su Creador.

Por lo tanto, tenemos que educar la espiritualidad desde lo cotidiano ya que  el poder formativo de las pequeñas acciones que se convierten en hábitos es infinito, por ejemplo, la costumbre de calmarse y centrarse antes de iniciar una actividad intelectual

Por este motivo debemos favorecer en nuestras aulas acciones y procesos para activar y cultivar la inteligencia espiritual, tales como:

  • Detenerse, parar la actividad frenética en la que vivimos para indagar el sentido que tiene la vida. Hacer tareas cotidianas de forma profunda Se trata de hacer de la vida un ritual y no una rutina.
  • Experimentar el silencio como ámbito especialmente idóneo para que surjan preguntas trascendentales. El silencio comienza por ser una práctica y acaba convirtiéndose en un estado. Practicar la atención es lo que nos conecta con el silencio: atender lo que hacemos y atender lo que pensamos.
  • Practicar la contemplación para captar el latido de la realidad interior y exterior.
  • Fomentar la capacidad de preguntarse por la realidad exterior e interior.
  • Abrirse al otro a través del diálogo y enriquecer las opiniones desde una nueva visión,
  • Practicar ejercicio físico como fuente de experiencia ética y desarrollo de valores.
  • Practicar la meditación de textos sagrados para integrarlos y asumirlos en el propio ser.
  • Cultivar la solidaridad como experiencia espiritual de profunda unión con el ser del otro.

Como profesores cristianos tenemos un compromiso social  importante: hacer de nuestro centro educativo un entorno especialmente adecuado para que pequeños y adultos podamos tener la experiencia de descubrirnos en el Misterio, de sentirnos parte de un Todo, unidos en Cristo.