Blog

Abre la puerta que llegan los signos de la Navidad

La vida de todos y cada uno de nosotros está organizada por señales. La señal de Dios es su humildad y su pequeñez; se convierte en  niño; se deja tocar y pide nuestro amor. Su señal nos invita a la fe y al amor y por eso nos esperanza; Dios es así. El tiene el poder y es la Bondad 

Dios se nos revela en la fragilidad de un pesebre: lugar donde comen los animales; pañal: suena a debilidad, estar en manos ajenas; pastores: son unos de los grupos desahuciados por el oficio… y son los primeros que contemplan el Misterio y lo adoran.

Lo que celebramos es al Dios bueno, que, en su Hijo, “ha puesto su tienda en medio de nosotros”. Al Dios, que, en su Hijo, se ha hecho “próximo”, “uno de nosotros” GS.22). Lo ha hecho en la pequeñez, en la debilidad, en la  ternura de un niño recién nacido. El lenguaje de Dios es el lenguaje de lo pequeño, de lo débil, de lo pobre… Hoy Dios nos desarma y desinstala. Nadie esperaba a un Dios mendigo, a un Dios frágil y pobre, a un Dios en la dependencia más absoluta de un bebé. Ese ha sido su designio: frágil, al socaire de los hombres para acogerlo o rechazarlo.

Celebrar la Navidad es saborear la fiesta de la llegada de un Dios amigo y proclamar que el Misterio de Dios se manifiesta en la debilidad, que hay esperanza para los más débiles porque Dios nace solidario con los últimos de la sociedad.

Hagamos fiesta porque Dios se nos ha dado en el niño de Belén. Que nadie se sienta excluido del amor de Dios. Que siga naciendo en nuestros corazones.

La Virgen llena de Dios  nos llama a nuestra puerta porque el Niño que lleva en su seno quiere nacer en nuestra casa. Pero ¿cómo lo vamos a recibir? ¿Qué tenemos que hacer para abrirle las puertas de nuestra casa, las puertas de nuestro corazón?

Seguimos a Jesús cuando somos capaces de abrir la puerta para que nazca hoy en nuestra casa… en la escucha de la Palabra de Dios, alentándonos por el Espíritu de Dios, alimentándonos con su cuerpo y con su sangre y acogiéndolo en lo más intimo de nosotros mismos. Haciendo vida en nuestra vida, acogiendo al necesitado, al pobre o al anciano que nos encontramos en la calle, acompañando en la soledad al enfermo, la viuda o el emigrante.

Feliz Navidad en el día en que Dios nace empobrecido y empequeñecido, que se hace uno de nosotros y se queda para siempre en el mundo.

Celebrar la Navidad es recibir a Jesús que nos llama a las puertas de nuestro corazón en la persona pobre, en el marginado, en el que es víctima de las injusticias del poder. Celebrar la Navidad es tener un corazón compasivo, tener actitudes de servicio, es nacer de nuevo.

Navidad es fiesta, es vida, es ternura, es misterio, es derroche…de amor de abajamiento, de cercanía, de humanidad, de historia… Navidad es alegría, la alegría del Evangelio, encarnada en el Enmanuel, patrimonio de la humanidad.

Navidad es el camino de Dios a los hombres y de los hombres a Dios. En el camino son claves las señales: orientan, informan, evitan pérdidas, marcan rutas… Los cristianos estamos llamados a enamorarnos de la Navidad y lo manifestamos en las señales del Belén. Prestemos atención a las nuevas pobrezas donde nace el Enmanuel: los sin techo, los tóxico-dependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos, los abandonados, los migrantes…

Podemos cantar esta Navidad: CON VOSOTROS ESTÁ y SÍ LO CONOCEIS… Su nombre es Enmanuel y hemos contemplado sus signos.

Abre las puertas y cantemos“gloria a Dios en la alturas y en la tierra PAZ”. 

¡FELIZ NAVIDAD!

 

Reflexión realizada por el Colegio Cardenal Herrera Oria